jueves, 20 de septiembre de 2007

LA FELICIDAD Y OTRAS DEVASTACIONES

Me aconseja Juan Manuel Gómez que para este blog, además de la rabia, debería adornarme con unas cuantas plumas. ¡Plumas! ¡Claro que sí, Juanma, y también prometo recamarme de lentejuela! Que ya voy descubriendo que el ombloggismo es el camino virtual -que no virtuoso- del travestí moderno.

Eso me recuerda las visiones de Alfredo Fressia, el uruguayo de Sâo Paulo, poeta delicado, tan alto y tan blanco que parece que camina nimbado sobre nube, en plena levitación. Estuvo en Ciudad Juárez, y es tan buen poeta que hasta le pareció fascinante. "¡Esos travestis -nos decía emocionado-, altas como yo, tan pálidas y tan lúgubres y tan valientes, con esas boquitas de corazón!" Es verdad: hay siempre un punto de rojo incendio en cada vestida, un indicio de lumbre rouge que las va quemando. Pobre Alfredo, lo arrastramos por toda la ciudad de México, para que le quedara claro lo que decía Borges: que todos los mexicanos tenemos por dentro un guía de turistas. Un periplo que terminó ante la Cabeza de Juárez, que vimos descender como un ovni nacionalista entre la polvareda, y ante el cual, Alfredo sólo emitió un ruido entre asqueado y asombrado.

La Cabeza de Juárez está viendo lo queda del país, pintarrajeado como doña Carmen Romano. Pobre testigo sin sueño, al borde de una de las zonas más peligrosas de la ciudad, donde los vecinos, gente emprendedora, hace tianguis nocturnos para mercar todo tipo de armas. Le contamos a Alfredo que en el hueco de esa cabeza funcionó en los setentas uno de los centros de tortura de la guerra sucia, y que hoy se le puede visitar, tal vez para saber que adentro de la cabeza de la Patria no hay nada.

Ahí, a unos pasos del Prócer, sobre Zaragoza, se apuestan apenas oscurece, las vestidas más fulgurantes de la ciudad. Ahí se venden y ahí las matan. Ahí me dejaron por muerta a una amiga mía, Mariana de la Noche,que sobrevivió para ver cómo su cuerpo espléndido, que su trabajo le costó, se convertía otra vez en un muchacho famélico y lleno de cicatrices.

Pero Juárez qué puede hacer ante eso, pobre, si ahora se los disputan como la turba decimonónica que desenterró la pata de Santa Anna para arrastrarla por las calles.

Dejemos a esas vestidas y a esos asesinos, y abordemos temas conmovedores.

Aquí van los aforismos que me publicó Tierra Adentro en su último número y que forman parte de un volumen que aparecerá en Editorial Thélema en fechas próximas.

LA FELICIDAD Y OTRAS DEVASTACIONES


La felicidad se lava obsesivamente las manos como Lady Macbeth.

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El hombre feliz es un angustiado, un supersticioso que sigue los signos más pequeños, el guardián de su oro, culpígeno, avaro. Un hombrecito tenso, ansioso, muy cansado, con los nervios en punta y al borde del desfallecimiento. El hombre feliz es un pobre diablo.

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El hombre feliz es alguien que no pudo cumplir su sueño. Que se quedó a las puertas de su sueño.

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¿La imagen del hombre feliz? La fiera domesticada.

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¿La risa del hombre feliz? La que explota espontánea, casi idiota, y se disuelve encebollada, errática, sin convicción.

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¿La mirada del hombre feliz? El que mira de frente, alegremente vacío.

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El cuerpo del hombre feliz estuvo en el paraíso. Qué pena, de verdad, qué pena.

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Yo soy el hombre feliz.

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Cuida por tu bien que el amor eterno te dure poco.

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Pues el enamorado es una agónico que cree en le resurrección y muere lleno de fe.

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Encontrar un amor es un regalo de Dios/ Retener ese amor es un regalo del diablo.

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Tengo una amiga que amó intensamente a su marido, pero que en las tardes bajaba al metro a dejarse acariciar por desconocidos. Ella era feliz, pero su cuerpo, una perra, obedecía a un amo distinto.

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Se dice amor eterno cuando tememos que se nos muera a cada paso.

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El amor y la lucha libre se parecen en que son representaciones teatrales con un poco de sangre y uno que otro lesionado.

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El amor y el odio son siameses unidos por un órgano vital. No puede extirparse el bicho malo sin que el otro muera un poco también.

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El que besa es un caníbal en estado de gracia.

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El que besa ha encontrado la puerta del alma pero se demora a las puertas del cuerpo.

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Seríamos más humildes si en vez de preguntarnos la hora nos preguntaran cuál es nuestra hora.


(Tierra Adentro número 147, agosto-septiembre 2007)

1 comentario:

Aida dijo...

suave que me estás matando después de los cuarenta es la bella ironía para ir descartando todo lo eterno que parezaca el día, y el diablo se instala acariciando esos "dulces sueños" mutilados por la agonía de un "anhelo", no hay más que apreciar a un caminante bello, guerrero, que me susurra en el oído "hey, ¿felicidad?, no me hagas reir niña, àgarrate de tu alma, no la dejes suelta, ofrendala al diablo para que palpites" ese ser que siempre me dice cosas,Juan Carlos, por seguir ahi.
Aida ...